viernes, 15 de mayo de 2020

Mi cárcel

Bárbara Sánchez Ámez / ICM-REL

Todo es oscuro. Se oye un leve susurro de fondo: “Ven...” parece decir.

Abro los ojos lentamente, despertando de un dulce sueño donde parecía que al fin alcanzaba mi ansiada libertad. Soñar, es lo único que puedo hacer ya…

A lo lejos veo una pequeña luz que parece provenir del fondo de un largo pasillo. 
Intento levantarme, pero algo me lo impide: cadenas, estoy encadenado en este lugar, donde solo parece haber oscuridad y desesperanza…

“Ven...” Otra vez ese susurro, que cada vez parece estar más cerca.De nuevo miro hacia el frente, esa luz cada vez es más fuerte, y a medida que se acerca noto cierta calidez dentro de este gélido lugar de tinieblas. 

Vuelvo a intentar levantarme, las cadenas parecen ceder poco a poco, y con cada intento de zafarme de este encierro noto como la luz se acerca cada vez más. Y entonces me pregunto si al fin esta vez será mi oportunidad para dejar de soñar la libertad y empezar a vivirla.

“¡Ven!” de nuevo esa voz, que antes susurraba, pero ahora son alentadores gritos de esperanza.Sigo intentando romper estas cadenas que me mantienen prisionero en mi cárcel. Pronto empiezan a doler mis muñecas, apresadas por las negras cadenas de mi eterna condena, hasta que al fin lo oigo: “¡CRAC!”. Las cadenas acababan de romperse, al fin soy libre…

“¡VEN!” La luz empezaba a alejarse, con mis últimas fuerzas consigo ponerme en pie y empezar a andar hacia ella.Veo como cada vez la luz está más lejos, entonces empiezo a correr tras ella, por lo que parece ser un pasillo eterno. Y cuando parece que nunca voy a llegar al final, la veo, parada delante de la luz, justo en frente mía: una mujer vestida de fina seda blanca, sus ojos azules me miran llenos de vida y esperanza, invitándome a acercarme ella. Esa bella mujer extiende una de sus manos hacia mí: “Ven” me dice con su dulce voz. “Ven a mí”.

Lentamente me acerco a ella, y poco a poco una sonrisa se va formando en mi rostro; extiendo mi mano hacia ella con la intención de irnos juntos, y ser libre al finPero entonces lo vi. En su otra mano, detrás de su espalda, se encuentran ocultas unas cadenas blancas…Paro en seco, borrando la sonrisa de mi rostro para dar paso a una expresión de horror. Entonces la miro a los ojos, esos hermosos ojos azules que se empiezan a tornar en unos ojos negros, sin vida, como si los de un muerto se trataran.

En ese momento las cadenas salen hacia mí, atrapándome de nuevo. Miro con ojos suplicantes a esa desalmada mujer y veo como una siniestra sonrisa se dibuja en ese rostro que antes parecía tan hermoso. Retrocedo unos pasos, en un mísero intento de huir de ella, pero de pronto noto como el suelo cede bajo mis pies y entonces comienzo a caer por un agujero, que cada vez es más oscuro, y veo como se aleja de mí esa luz, que momentos antes había llenado mi vacío corazón con tanta esperanza, corazón que poco a poco volvía a romperse.

Poco a poco ese sentimiento de desesperanza me va llenando cada vez más y más…  Entonces caí. Choqué con el frío suelo de lo que iba a ser mi nueva cárcel.
Y después, solo había oscuridad…

Todo es oscuro. Se oye un leve susurro de fondo: “Ven...” parece decir.
Abro los ojos lentamente, despertando de un dulce sueño donde parecía que al fin alcanzaba mi ansiada libertad. Soñar, es lo único que puedo hacer ya…

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