Paula Rodríguez
Maroto/ICT-HIS
La dictadura franquista duró
desde 1939 hasta 1975 tras la muerte de Franco. La dictadura fue acompañada de
la censura:
Para justificar los
fusilamientos, los trabajos forzados y las desapariciones; para mantener a cada
cual metido en sus asuntos, nada fue tan eficaz como la censura; y ningún
sistema de censura fue tan especialmente eficaz como el de la censura editorial.
Las autoridades
franquistas controlaban los libros. Se purgaron las bibliotecas públicas y se
hicieron quemas de libros. Un ejemplo es la quema a las afueras de la
Universidad central de Madrid organizada por la Falange 29 días después del
triunfo de Franco en la Guerra Civil Española: se prendió fuego a “un montón de
libros torpes y envenenados” con una buena parte de “ la juventud
universitaria, brazo en alto, cantando con valentía el himno Cara al Sol” (de
acuerdo con una crónica publicada por el periódico Ya en abril de 1939).
Los censores tenían mano
libre para quitar capítulos enteros, modificar párrafos y prohibir libros. Lo que
se juzgaba en las novelas era la integridad del propio autor, su capacidad para
pensar y expresar ciertas ideas.
Algunos ejemplos de
libros prohibidos durante el Franquismo fueron:
· Piel de asno
· La Celestina, de Fernando de Rojas
· 1984, de George Orwell
· La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín
· Celia, de Elena Fortún
· Hombrecitos, de Louisa May Alcott
· Estampas de aldea, de Pablo de Andrés
Cobos
· Las cinco advertencias de
Satanás;
Usted tiene ojos de mujer fatal; y Madre, el drama padre, de Enrique
Jardiel Poncela
· El extranjero, de Albert Camus
· Lolita, de Vladimir Nabokov
· Trópico de Cáncer, de Henry Miller
Algunos ejemplos de
cambios realizados en libros fueron:
· En Al otro lado del
río y entre los árboles, de Ernest Hemingway, los censores obligaron a
traducir una referencia al dictador, “General Fat Ass Franco” (General culo
gordo Franco) por “General Asno Gordo”.
· En Otro país, de
James Baldwin, “pussy” se versiona incorrectamente como “gata”: “Pussy’s just a
pussy as far as I’m concerned” pasa a ser “Y ella para mí es tan gata como las
otras gatas”
· En La semilla del
diablo, de Ira Levin, desapareció un fragmento del texto con burlas al Papa
y otro en el que se glorificaba a Satán. La traducción de la obra se ha
reeditado 16 veces desde el final del franquismo y en todas faltan los pasajes censurados
Como podemos ver, las
traducciones al español de obras célebres mantienen aún los cambios que fueron
impuestos, en su momento, por los censores.
-“Nadie da tanto valor a
la palabra escrita como los dictadores. Allí donde se prohíbe la literatura, el
libro adquiere un poder que nunca podría tener donde se la toma por simple
pasatiempo; leer o poseer un libro se convierte entonces en un gesto político y
en una cuestión de vida o muerte. También escribirlos: por eso el triunfo definitivo
de la censura fue la autocensura. Hicieron los deberes.” (Italo Calvino,
periodista y escritor)
Pese al lavado de cara de
la Ley Fraga (que no exigía presentar el texto antes de su publicación), muchos
editores ejercieron la autocensura para evitar “semanas de retraso” y “grandes
perjuicios económicos”. Un ejemplo de esto puede ser la editorial Bruguera, que
autocensuró la obra Operación Trueno de Ian Flaming.
-“La censura fue un golpe
brutal para el mercado editorial español” (Aldo García, director de ediciones y
librerías Antonio Machado).
Las librerías fueron
víctimas y héroes de la situación que se vivía en España. Muchos libreros se
atrevieron a traer de contrabando los libros que se publicaban fuera (en
Francia y América). Éstos los distribuían en los sótanos o los entregaban
personalmente en los domicilios.
Los libros prohibidos se
conseguían por mar sobornando a los aduaneros; aunque también llegaban
aprendidos de memorias y recitados, o copiados a mano en libretas personales. Algunos
llegaron a imprimirse en España con sellos de imprenta falsos. También llegaban
desde París peregrinos con libros de la editorial Ruedo Ibérico y del Club del
Libro Español.
Algunos ejemplos de
librerías que vendieron libros prohibidos fueron:
· La Española (los tenía en
la trastienda)
· La Cuesta Moyano
· Las librerías Aguilar
(suministraron en su trastienda novelas y poemarios de Francia y América)
· Tarántula de Sagasta (en
la que había un armario con algunos de esos libros)
· Fuentetaja
· Rubiños (engullida en
2003 por el Corte Inglés)
· Turner (la actual
Pasajes), que aprovechó su fondo en inglés para ofrecer este servicio
· Rumores
· Áncora y Delfín
· La Francesa
· La Corcuera
· Cinc d’Oros
· Visor (donde se empujaba
una estantería secreta para llegar a una sala oculta)
Muchas de ellas fueron
atacadas (en 1971, por ejemplo, la Cinc d’Oros fue atacada con bombas molotov)
y muchos libreros perseguidos (como Manuel Arroyo, fundafor de Turner).
Durante el franquismo,
cierta lectura era dificultosa. “Pero quienes leían, leían mucho”. Abundaban
las revistas literarias o de humor independientes, como por ejemplo La Codorniz:
“La revista más audaz para el lector más inteligente” (decía su eslogan).
“Reina un fresco general
procedente de Galicia” (La Codorniz: portada en referencia a Franco que hizo
correr el rumor de que había sido retirada de la venta).
“Bombín es a bombón, como
cojín es a equis. Y nos importan tres equis que nos cierren la edición” (La “portada-bulo”
más recordada de La Codorniz).
Como puede leerse al principio de este texto, la
censura iba acompañada de una intención de aislar al pueblo, de que los
españoles vivieran en la ignorancia y fueran, así, más manejables.
Esos libros actuaron como una forma de resistencia.
![]() |
Portada "La Codorniz. Antología (1941-1978)" |